lunes, 15 de agosto de 2011

Asesinato en Mi menor

Está todo empapado, poco a poco vuelve la tranquilidad, todo ha sido una pesadilla, un horrible sueño; al mirar alrededor descubre una habitación desastrada, como si un tornado hubiese pasado la noche allí, la lámpara rota en el suelo, los libros desparramados por todo el cuarto, algunos desmembrados, tan sólo queda su encuadernación, el espejo maquillado de rojo como cuando un niño pequeño descubre en el bolso de su madre una barra de labios rojo sangre y el espejo fuese su mural; la silla del escritorio está con las patas hacia arriba, le falta una, pero no se ve por allí.

Recojo mi pelo sin mirarme, como cada mañana, sentada en la cama, anonadada con la vista devastadora de la habitación, está medio húmedo y pegajoso. Apoyo las manos en el borde del colchón mientras me giro para salir de la cama, por el lado contrario al habitual para no pisar los restos de cerámica de la lámpara. Intento poner las ideas en orden: anoche cené, leí un rato y me dormí; no recuerdo haber organizado semejante desastre y tampoco haber escuchado ruido alguno.

Me miro los pies, llenos de sangre, seguro que había pisado algún cristal del espejo del armario; al intentar inspeccionarlos veo que mis manos también están cubiertas de ese mismo tono.

Intento calmarme, compruebo que no estoy herida, pero si completamente ensangrentada, el pelo teñido de un marrón rojizo, no era sudor.

Voy al baño, a darme una ducha que me despeje, luego iré al recoger todo y probablemente será cuando despierte realmente del sueño que parece no haber terminado aún.

Abro la cortina del baño y encuentro la pata de la silla que faltaba, pero no me atrevo a cogerla. Actúo como si no pasase nada, como si todo estuviese como cualquier otro día. Tan sólo son los retales de una pesadilla. Al meter la mano en la estantería de cristal para coger los enseres del aseo, me doy cuenta que todo es real, me corto con una balda rota.

Corro hacia la bañera, intento fijarme en su desfigurado rostro, pero es imposible saber quién es, la pata en la boca hace que no esté totalmente tumbada; los ojos, o lo que queda de ellos son irreconocibles, pero su cabello, esa larga melena rizada y enredada… si la reconozco, busco por sus hombros, descarnados en algunos sitios, ese tatuaje que siempre me gustó con la esperanza de no encontrarlo. Ahí está, no puede ser.

Recuerdo que en el sueño tatué a navaja una estrella de cinco puntas de un solo trazo en su vientre, la busco con la esperanza de que no esté, porque era un sueño, no la realidad. Pero la vi en el lugar exacto donde debería estar. Era yo, pero no, aún no sé cómo puedo haberme matado y seguir viva, sin ser un sueño.


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